jueves, 15 de mayo de 2014

PATRÓN DE MADRID.


          SAN ISIDRO LABRADOR.
                   (cosas de abuelos)            Hoy, 15 de mayo, ha sido la fiesta del patrón de Madrid, San Isidro, por eso tenían fiesta en el cole. Ayer para los niños, entre ellos mi nieto Diego, de cuatro años menos dos meses, como él dice cuando le preguntan la edad, ha sido la verdadera celebración del Santo. Monse,  profesora de los pequeños, por lo visto traía a los peques de cabeza advirtiéndoles que el día 14 tenían todos que llevar la típica gorra de chulapo, de ojito de perdiz, con su visera pequeñita, para conmemorar el día del Patrón. Y desde luego, los que tuvieran el disfraz completo, mucho mejor. Yo, abuela por dos tardes a la semana, no sabía nada del asunto, si nó otro gallo me hubiera cantado. Ni una llamada por parte de mi nuera ni de mi hijo. Mutis por el foro, como decimos los castizos. 
          Ayer, víspera de la susodicha fiesta, nos llaman temprano, diciéndonos que ellos, ni padre ni madre,  pueden  asistir, pero que vayamos nosotros en representación, a las tres y cuarto de la tarde porque los niños todos estarán en el patio, vestidos de chulapos, cada uno sentados en corro, con su profe correspondiente. Habrá mucha música de chotis, y al rato todos, con la pareja que hayan elegido y al compás de  la castiza música, bailarán como peonzas, en un ladrillo y con unos pasos entrecruzaos que habían ensayado días antes, procurando no pisar a la  del "clavel reventón" que llevaban  al lado, bien agarrá  y sin faltarle, por supuesto, el floreao mantón de Manila. 
          Cuando me enteré de lo que se iba a montar esa tarde en el cole de mi nieto, como calcada protagonista de una peli de Charlot, de las de cámara acelerada, saco la escalera de mano a mi marido para que se suba al maletero a buscar un chalequito con su camisa blanca y su pañuelo rojo  de seda pal cuello, que le compré a mi niño el pasado año, pero con la talla seis porque no lo había más pequeño. Mi pobre nieto no lo usó porque mi hijo se negó en rotundo a que se disfrazara de Pichi  y yo lo metí tranquilamente con la ropa de verano en una bolsa de plástico. -"Ahora me va a venir como anillo al dedo" -pensé mientras mi marido, sudando a chorros, se subía a la escalera y abría el maletero. Allí estaba el trajecito  más arrugao que un acordeón. -Pela unas patatas y un huevo frito para comer dentro de un rato -le dije al bueno de mi marido. Yo tengo que coser unos hilvanes a cien por hora en el chaleco y en la camisa para que el niño no parezca un presidiario. A ver si consigo que le quede a la criatura un poco más ajustao. Dicho y hecho. A las dos en punto salíamos de mi casa para el colegio, casi sin peinar y sudando como pollos. Entré desesperada, buscando a un niño de rizos rubios, que con los nervios se me había olvidao hasta el nombre. Aparté niños y niñas ya saliendo por el pasillo hacia el patio y, encima de la ropa que llevaba, le planté a  DIEGO la camisa, el chaleco, un poco largo haciendo juego con la gorrita de pichi y el pañuelo de seda  rojo como  la flor de plástico, que robé de un tiesto que había por el pasillo.  Fue San Isidro quien obró el milagro. Vamos, eso es lo que van a creerse mi hijo y mi nuera cuando vean la foto del niño  que les hemos mandado por la red.

Tornasol  

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