jueves, 26 de junio de 2014

DESPEDIDA DE VERANO.

       EN EL BAR.- Semblantes amables de compañeros, rostros pensativos ¿es playa, será montaña?  Plena naturaleza: sin ordenador, sin teléfono, sin timbrazos en la casa, ni ningún claxon abajo esperando el semáforo en ámbar; sin ceño fruncido recordando las palabras irónicas del jefe, ni las de la cuñada que defiende a su hermano, aunque nadie la haya dado vela en ese entierro; del chino del arroz Tres Delicias, porque no se le entiende su monólogo al presentar la factura del menú de encargo; adios a los taconazos de la vecina de arriba, que va temprano al trabajo, y a la paloma gris que pide en su idioma las migas diarias en el balcón. Todo se aplazará durante una quincena. Dejaremos atrás, como un borrador con faltas de ortografía, al bullicio y al estrés.
          Los compañeros ríen. Se charla en grupos en la terraza del bar. Al fin, amiga, ¿publicaste tu libro? ¿y cuándo la presentación? ¡Ah! justo dentro de un mes. Qué bien. Podré asistir. Se opina sobre el mail que ha enviado Roxana. Dice que el curso próximo vendrá a clase más a menudo. Su madre ya está mejor.  Oye, qué interesantes tus escritos del blog Relatopía.  Gracias, gracias...  En el grupo de la derecha comentan la muerte de Ana María Matute. ¡Qué gran novelista! En el 2.000 recopiló todos sus relatos infantiles. Por algo la distinguieron en la Real Academia  y, cuántos premios. Yo pienso que era una de las grandes damas de las letras, ¿verdad?
          La espuma de las cervezas  hace guiños a todos. Ha llegado fría, helada, y a lo largo de la charla se va calentando, va desapareciendo como los amigos de la biblioteca con sus adioses de esperanza. Besos, abrazos, felicitaciones. Cada cual piensa en su próxima creación: un relato largo, varios microrrelatos, un concurso que han visto en internet, la posible edición de la novela que tienen entre manos. Muchos, de casualidad, visten de verde. Nadie olvida el significado de ese color. Dicen que eso es lo último que se pierde.
          Las mesas quedan vacías. Alguien olvida un folio casi en blanco. Hay escritas dos lineas, dos escuetas lineas  Será tal vez,  el comienzo de una historia que,  pasado un tiempo, se convertirá en algo sublime, aunque no lo admita ninguna editorial. 

Tornasol 

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