domingo, 22 de septiembre de 2013

VIVENCIAS

INOLVIDABLE TARDE EN CASA DE ARACELI.   Me ha apetecido escribir  un pequeño relato sobre ello. Con su hijo y su hija, Isabel, Araceli, Paco, Aurora y yo misma.

          FINAL DEL VERANO.-  Rozando con pinzas el verano. Tarde caprichosa, tarde diferente, lindo chalet y, sobre todo, excelentes amigos. Un salón con cristalera que muestra, transparente, el jardín junto al porche. El aire acapara las notas acariciables de jazz. Césped artificial, más vivo con nuestras pisadas, que el auténtico por donde se escabulle con sigilo el gato canela. La tarde discurre pausadamente. abriéndose las risas al diálogo, a la lectura, mientras las bebidas hacen cosquillas en el estómago e invitan a las redondas piedras comestibles color playa, a jugar entre los dedos de los recién llegados, prestos a desvelar el texto del autor de las obras escogidas: inteligentes, asombrosas, transgresoras o ingenuas a veces, atrevidas, realistas, rurales o de una gran ciudad. Tarde espléndida, compañía relajada, dejando atrás problemas físicos y personales, absorbidos por el análisis literario.
          El gato canela, tan tímido como las lágrimas de un muchacho que  quiere hacerse el valiente ante su pandilla, nos espía desde el tejadillo y se percata cómo es cada uno de nosotros, cómo nos portamos con su dueña a la que adora, con los niños con los que juega desde pequeños ¿y si los pegáramos? ¿los regañáramos? ¿qué haría? Observa con sus ojos adivinos nuestras reacciones pero, ¡quiá! somos pacíficos, buena gente que hemos descubierto ese rincón de paz entre un mundo lleno de estropicios. Aquí no se cuece nada. Sólo y nada menos que entresacar  episodios ingeniosos, diálogos para comentar largo y tendido, ansias de saber, de aprender, de descubrir.
          Continúa la tarde ya azulona, con buenos amigos enredados entre las historias  y las plantas del jardín exótico, donde el gato canela desaparece por una claraboya secreta, ya tranquilo porque ha descubierto en el rostro pacífico de los forasteros, una mirada serena. Nos hubiera gustado acariciarlo despacio, cuan largo es pero, se ha retirado discreto, en espera de otra bonita tarde de tertulia.

Tornasol 

         

2 comentarios:

  1. Lo que aguantó el gato...le quitamos su sitio en la terraza, espero que ya nos haya perdonado.

    ResponderEliminar
  2. Sí, sí, el gato aguantó mucho, pero más aguantaron los pobres niños que hubieran estado oyendo música bien fresquitos en la terraza. ¡Qué encanto de familia!

    ResponderEliminar