jueves, 12 de julio de 2012

El Halcón Peregrino, Wescott




NARRADOR

Alwyn Tower  pasa unas vacaciones de verano en la casa de campo de su amiga (y futura cuñada) Alexandra en Chancellet, Francia.  Allí conocerá en una breve pero intensa visita a los Cullen, ricos irlandeses, entregados por razones que iremos descubriendo a lo largo de la lectura, a una vida nómada, viajera y dispersa.
El Halcón Peregrino es una obra escrita en primera persona (pág. 27-Contemporánea) aunque esta perspectiva no podemos catalogarla precisamente de “corta”, ya que el mundo que nos despliega es sutil, lleno de matices que reverberan a través de las superficialidad. Lo trivial resulta un espejo sorprendente y profundo. Las descripciones más banales sobre los objetos o los vestidos, los paseos y jardines que rodean la casa, la luz acotando las imágenes,  son el eco de las miserias y los secretos de los personajes que desfilan.
Alwyn parece un narrador que en la vida se presenta como apocado, discreto. Sus reflexiones y juicios nos acercan un mundo más frágil de lo que parece. No sabemos tampoco mucho sobre él, sus ojos siempre “observan” lo que le rodea, no es un personaje que se entregue al lector. Pero por la incisión con la que despliega su mundo, le sabemos sensible, algo irónico, inteligente.
El mundo de Alwyn se ve sacudido por los Cullen, por mucho que intente disimularlo,  pero es ese encuentro con ellos lo que decide narrarnos de su propia vida; por lo que los Cullen representan como un teatro, la rivalidad de celos por un halcón, el enigmático enamoramiento de la señora Cullen por su marido, un hombre burdo, bebedor, al que a pesar de su dinero y su empaque, se le puede manipular con dos copas.
“Qué rara es la pulcritud de los irlandeses”, se dice a si mismo Alwyn, intentando excusar su narración justificándola con curiosidad. Pero no tardamos en advertir que en realidad, esa curiosidad es más bien fascinación.
Los Cullen, junto a la mascota cazadora, Lucy, forman un triángulo extraño, una relación donde los silencios y los celos se entroncan con el cuidado obsesivo del animal por parte de la señora Cullen. Un animal que según ella es independiente y no permanece a su lado más que por que le alimenta y así su existencia se vuelve más simple, no hay fidelidad en los halcones, sugiere una y otra vez. Y al hablar parece que su propia desidia y exasperación por el amor, asoma.
Wescott me recuerda en su estilo a Fitzgerald, sus protagonistas son personajes elegantes y ociosos, sumergidos sin embargo en un mundo repleto de soledades y rivalidad. También me recuerda a ese narrador magistral, Henry James, en obras con “Una vuelta de tuerca” o los “Papeles de Asperm”, donde una primera se convierte en casi un omnisciente, algo imposible, pero que por su calidad y maestría, le perdonamos. Así Alwyn, sabe detalles de los Cullen que la narración no justifica.  Aunque no nos llega a importar, es interesante, nos abre el alma de los Cullen, nos enseña el mundo de Jean y Eva, los criados de Alex, los ataques de celos, las heridas, y es por ello que no lo tenemos en cuenta.
La obra contiene un narrador sencillo, culto, cuyas descripciones resultan cruciales para entender parte de nuestra propia naturaleza, donde la envidia, la tristeza, la ignorancia, la dejadez, las esperanza de rescatar al ser que amamos nos avoca al perdón. Así es fácil comprender que no se limita a elaborar una lista de características de una clase social, la ambición del escritor ha ido más lejos.
Todo gira alrededor de un Halcón Peregrino, algo novedoso como elemento literario. Una elección arriesgada que acaba siendo la mejor obra de Wescott.
El Halcón es constantemente observado por todos a su vez.  Los atributos que la señora Cullen nos muestra y las propias descripciones, humanizándole, de Alwyn, hacen el resto. Se convierte en protagonista indiscutible. No deja de ser una contradicción que el animal no sea consciente de todo eso.  Es la simple característica de su naturaleza la que le hace resaltar. Y puede que haya una intencionalidad por parte del autor en ello. ¿No será que el mundo es cómo lo imaginamos, con nuestras esperanzas y desasosiegos, y no lo que vemos?
Parece que la señora Cullen así lo aprecia. Cuidando de su halcón con perseverancia a pesar de que no sea un animal fiel, amando a su esposo, a pesar de que sea el hombre más poco adecuado para ella del mundo. 

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