lunes, 17 de diciembre de 2012

Antigua Luz, Personajes



ALEXANDER CLAVE:

Alex, se nos presenta casado, y con una hija, Cass, que se acaba suicidando tras años de padecer una enfermedad mental.  Parece que a esa altura de la vida en la que nos cuenta su historia, ya se siente vencido por ello. Asumiendo que nunca sabrá por qué.  Es actor de teatro y en la historia es llamado a interpretar a un tal Axel Vander, un personaje algo oscuro, un estafador cuya biografía no está nada clara. Periodista y crítico que se traslada a los Estados Unidos. Alex se siente halagado por esa llamada del cine, el personaje no acaba de gustarle, pero la novedad de seguir actuando le estimula.
Este es el Alex presente. Pero tampoco es difícil reconocernos en el Alex puber que se acuesta con la señora Grey. Avido de deseo, lleno de vitalidad, fascinado por la fuerza del sexo, enamorado de una mujer imposible a ratos, nos lleva una y otra vez a un espejo de nosotros mismos a esa edad. Donde todo está por descubrir y cada nuevo acontecimiento es un paso adelante contra la rutina. Donde los celos son el absurdo más sufrido y donde todo, en un momento, gira en torno a la sensación de vértigo que nos da el enamoramiento. Nos cae demasiado bien porque nos transmite sensaciones en las que nos reconocemos. Es humano. Construido en la realidad, se nos olvida que es artificio. Y sus pecados y aventuras de sucesiva infidelidad a su mujer se nos borran entre la simpatía que nos inspira. Pero Alex se ha visto incapaz de reconstruir su matrimonio. Así le vemos, un hombre solo en el fondo. Alex es en cierto modo egoísta, pero nos parece un egoísta tolerable. Abriendo nuestra propia circunstancia de que nadie es perfecto, conmovidos por su hija fallecida, por su primer amor tan difícil, por los viajes interminables de las giras teatrales…
Pero apenas, en la realidad narrativa, en su extensión, se detiene ni la décima parte en describir a su esposa de lo que lo hace con la señora Grey. Una elección que Banville, imagino, como creador, no ha hecho al azar. Me lleva a pensar que hace mucho tiempo que ve a su mujer solo como una amiga fiel, poco más. Admitiendo  él mismo que no la conoce, tanto tiempo juntos y Lydia es la mujer que menos conoce…
Además, Alex ya es viejo, así se ve, pero sigue teniendo la misma sangre hirviendo en las venas. Un contraste que enriquece y humaniza al personaje sobremanera. Lo cual  conlleva que nos veamos a nosotros mismos, y entenderle sin sentirnos con derecho a juzgar.
Incansable, el misterio le lleva a querer rastrear a la señora Grey, a saber de ella. Es la justificación de la existencia de esta novela. Un paseo al fin y al cabo por el alma de una persona. Tan común, tan como nosotros, que por ello mismo es una narración simple y maestra.

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