VOCES
MI VIDA QUERIDA (ALICE MUNRO)
La
protagonista de este relato es una niña de unos once años o algo menos que vive
a las afueras de un pueblo (ni campo ni pueblo) y cuya madre es una maestra de
escuela que sin embargo se dedica a llevar adelante una granja y criar a sus
hijos con estrecheces y con la que va a asistir a un baile de la localidad que
se va a celebrar.
De
nuevo, como es la tónica general de toda la obra de Mi Vida Querida, son los
tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y Canadá es un país más que ofrece su
logística a ello, y que atraviesa por momentos de carencias a todos los
niveles; sin embargo el baile trae “aires” nuevos al pueblo, algo de alegría y
novedades.
Es con
ese ímpetu que nuestra protagonista quiere ir al baile, a la par que ha
comenzado a diferenciar las ideas y creencias de su madre de las suyas propias.
Es una niña que ya no se peina como su madre le dice, y que ha comenzado a
crear su propio mundo y sus propias impresiones. Si madre ya no es “Dios”.
El
relato se desarrolla en primera persona y desde el presente, cuando ya es
mayor. Aunque el espectro de descripciones es amplio y la voz se desliza por
todas partes. Recorre el pueblo y cómo era su madre en aquella época, los
vestidos, las costumbres, cómo era el lugar, y las preguntas que a día de hoy
todavía le provocan curiosidad, como si la familia que ofrecía el espacio para
el baile lo hacía por pura diversión o
por necesidad de sacar algo de dinero.
Otra vez, Munro nos asoma un tema universal desde un relato muy sencillo: El
contraste del mundo, cómo lo ve un niño a diferencia de un adulto.
Madre e
hija van de “punta en blanco” a la nave. Y ante la niña se abre un mundo de
colores, olores, presencias misteriosas e imponentes (como la señora
Hutchinson, prostituta que acompaña a
uno de los invitados del pueblo, comerciante) y de voces con acentos raros que
la transportan a adivinar que hay toda una vida inmensa más allá del pueblo y
de su madre.
Esa
inmersión, la maravilla y la sorprende, y es ineludible sentir como lectores
que la ruptura con su madre y sus ideas, se hará mayor en breve.
Ella se
toma su tiempo para describir a la señora acompañante, su vestido escandaloso y
su porte fornido y alegre. Lejos totalmente de cómo va vestida su madre, con
cierto aire sofisticado y porte algo señorial.
No
tardan en marcharse, de forma abrupta, apenas habiendo dejado el abrigo, su
madre le ordenar volver a recogerlo porque la presencia de prostitutas la
escandaliza.
Ella no
tiene más remedio que obedecer, aunque en su silencio comprendamos como
lectores que esa ruptura ya es inevitable: Donde la madre ve escándalo e
indecencia, ella ve alegría y naturalidad, donde la madre aprecia afrentas,
ellas ve solo personas con voces mágicas, distintas, que están también en el
mundo.
En todo
el relato se saborea la rigidez de la madre, añadido a la tristeza de las
consecuencias de la Guerra. La niña guarda como un tesoro de la memoria el
acento inglés de los soldados que andan por allí, como un descanso en el
paraíso antes de volver a arriesgar sus vidas. Y la presencia frágil de Peggy,
como un contraste total de todo lo que representa su madre.
Peggy la
recuerda “demasiado a sí misma”, llorosa, algo desvalida, delicada.
A ella
le fascina la ternura con la que esos soldados ingleses la tratan. Sin pensar
lo que el marco de ir a una guerra significa. Simplemente eso hace que se
separe más de su madre, y todos los
lectores lo entendemos.
Creo que
es unos e los mejores relatos de toda la obra. Narrar de forma llana
sentimientos tan complejos.
Muy exhaustivo y veraz todo el análisis. Gracias, Críticas.
ResponderEliminarTornasol