Me miro en el espejo mientras me afeito y descubro, cada nuevo día, una pequeña arruga, el entrecejo más fruncido de lo normal, los ojos salientes, inyectados en sangre, insomnes por la falta de descanso, ¿es eso normal a mis treinta y cuatro años?
Betty tiene la culpa de mi nerviosismo, de la falta de sueño, de mi desasosiego constante, de mis movimientos compulsivos, de las obsesiones nocturnas. En mi duermevela sueño con ella, con sus labios entreabiertos y jugosos, con sus ojos oscuros fijos en mi cuerpo que sigo cuidando con exceso en el gimnasio, sólo por ella, en mis abdominales señalados a fuego. por si algún día Betty se recrea en arañarlos, en cederme sus encantos y sus atributos tan deseados. Es arrebatadoramente hermosa. La veo a diario desde mi ventana.
Ha despertado la primavera. Las jóvenes se visten llamativas, muestran sus piernas alargadas por los tacones, pero ella no sé cómo lo hace. Las minis son diferentes. Se balancea al vuelo de su falda con andares de chica mala, provocadora, de prostituta, diría yo. Las pronunciadas caderas como los hoyitos de sus rodillas, que me dan ganas de amasar y besar. Con las sandalias, los dedos meñiques de sus pies son redondos y rosas como pezones de mujer embarazada, que se prestan a ser mordidos. Me llevaría a una isla desierta su larguísima melena de ondas grandes, color oro, que me serviría de edredón de plumas. ¿Cuándo la poseeré? ¿cuándo la haré mía? Ese día los pájaros enmudecerán; los grillos dejarán de cantar; el rumor del río y el silbido del viento cesará. Sólo será audible el disfrute bullicioso de nuestras caricias y risas, y los apasionados suspiros y gemidos en la noche.
TORNASOL. EL CLUB DE LOS ESCRITORES.
Pues tienes razón, de ilusión se vive muchas veces...
ResponderEliminar¡Qué erotismo otoñal!
ResponderEliminar