ALEXANDER CLAVE:
Alex, se nos presenta casado, y
con una hija, Cass, que se acaba suicidando tras años de padecer una enfermedad
mental. Parece que a esa altura de la
vida en la que nos cuenta su historia, ya se siente vencido por ello. Asumiendo
que nunca sabrá por qué. Es actor de
teatro y en la historia es llamado a interpretar a un tal Axel Vander, un
personaje algo oscuro, un estafador cuya biografía no está nada clara. Periodista
y crítico que se traslada a los Estados Unidos. Alex se siente halagado por esa
llamada del cine, el personaje no acaba de gustarle, pero la novedad de seguir
actuando le estimula.
Este es el Alex presente. Pero
tampoco es difícil reconocernos en el Alex puber que se acuesta con la señora
Grey. Avido de deseo, lleno de vitalidad, fascinado por la fuerza del sexo,
enamorado de una mujer imposible a ratos, nos lleva una y otra vez a un espejo
de nosotros mismos a esa edad. Donde todo está por descubrir y cada nuevo
acontecimiento es un paso adelante contra la rutina. Donde los celos son el
absurdo más sufrido y donde todo, en un momento, gira en torno a la sensación
de vértigo que nos da el enamoramiento. Nos cae demasiado bien porque nos
transmite sensaciones en las que nos reconocemos. Es humano. Construido en la
realidad, se nos olvida que es artificio. Y sus pecados y aventuras de sucesiva
infidelidad a su mujer se nos borran entre la simpatía que nos inspira. Pero
Alex se ha visto incapaz de reconstruir su matrimonio. Así le vemos, un hombre
solo en el fondo. Alex es en cierto modo egoísta, pero nos parece un egoísta
tolerable. Abriendo nuestra propia circunstancia de que nadie es perfecto,
conmovidos por su hija fallecida, por su primer amor tan difícil, por los
viajes interminables de las giras teatrales…
Pero apenas, en la realidad
narrativa, en su extensión, se detiene ni la décima parte en describir a su
esposa de lo que lo hace con la señora Grey. Una elección que Banville,
imagino, como creador, no ha hecho al azar. Me lleva a pensar que hace mucho
tiempo que ve a su mujer solo como una amiga fiel, poco más. Admitiendo él mismo que no la conoce, tanto tiempo
juntos y Lydia es la mujer que menos conoce…
Además, Alex ya es viejo, así se
ve, pero sigue teniendo la misma sangre hirviendo en las venas. Un contraste
que enriquece y humaniza al personaje sobremanera. Lo cual conlleva que nos veamos a nosotros mismos, y
entenderle sin sentirnos con derecho a juzgar.
Incansable, el misterio le lleva
a querer rastrear a la señora Grey, a saber de ella. Es la justificación de la
existencia de esta novela. Un paseo al fin y al cabo por el alma de una
persona. Tan común, tan como nosotros, que por ello mismo es una narración
simple y maestra.
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