Para leer con
"Rumores de la Caleta" - Isaac Albeniz
Mientras Pablo, su antiguo dueño,
estuvo en aquella zapatería el teléfono sonaba todos los meses un día, siempre
el mismo y siempre a la misma hora. En ese instante todos callaban y en medio
de un silencio sepulcral se le escuchaba decir con voz muy queda: “Hola mi amor”.
La conversación era siempre breve y al terminar limpiaba con delicadeza el
auricular, que de tanto apretarlo con sus manos, acababa pringado de betún y
sudor.
Un día a Pablo se le paró el corazón y el teléfono, que nadie ha tocado desde
entonces, enmudeció con él.
Llegó de Cádiz, me dijeron, y murió solo aquí, en La Habana.
Precioso microrrelato Peter...
ResponderEliminar¡¡ Gracias !! Nos vemos el viernes...
ResponderEliminarMuy requetebién, Peter.
ResponderEliminarTornasol
Gracias Tornasol, nos vemos el viernes 3....
ResponderEliminarRing, ring, ring... como ves ya funciono, Peter. Nos vemos el 3, viernes, OK.
ResponderEliminarTornasol.