miércoles, 10 de diciembre de 2014

GOETHE Y BEETHOVEN



Tragedia Apasionante


Ningún aficionado negará que la lectura de un libro le pueda sugerir una composición musical, posiblemente, nunca se cuestione el motivo, simplemente le lleva a ese mundo de sensaciones donde todo parece estar ligado y tener  una lógica inexplicable. Eso ocurre con frecuencia, aunque ese universo de relaciones interdisciplinares debería acompañarnos asiduamente como la sombra a su dueño. Sería plausible la capacidad de pararse y reflexionar sobre lo que miramos, leemos o escuchamos. Cuando se trata de encontrar satisfacciones personales en una actuación dirigida por nuestra conducta nos damos cuenta que ésta tarda en llegar, es un silencio de redonda, un camino demasiado largo. Analizar, sintetizar, comparar es un trabajo arduo, y aún más farragoso resulta expresar con un leguaje apropiado, ya sea musical, verbal o escrito los sentimientos vividos, eso sin caer en la cursilería propia de las manifestaciones personales ávidas de consideración única y universal. Ahora bien, esto no es óbice para pensar que no se pueda construir, crear, siempre con el empeño titánico del que desea con ahínco transmitir a sus semejantes sensaciones acumuladas en la piel. Si hacemos un análisis y comparamos la literatura y la música dentro de dos corrientes torrenciales, el clasicismo y el romanticismo, observamos que se parecen bastante.

Goethe, por ejemplo, se debatía entre el antiguo clasicismo y el renovado romanticismo, algo muy similar le ocurría a un músico coetáneo suyo, Beethoven. La inconcebible grandeza y estatura de sus obras nos ayuda a convencernos de su similitud. Sus vidas estuvieron marcadas por disciplina, trabajo, tansformación y adaptación a las nuevas formas que se sucedían. Son almas en constante evolución y su imparable devenir marcará su auténtica identidad. “Para no anquilosarse – aconsejaba Goethe al canciller Von Muller – hay que cambiarse, renovarse y rejuvenerse continuamente” La música de Beethoven, es una música evadida de su tutelaje social, completamente autónoma desde el punto de vista estético, ya no servil. Su obra hace añicos el esquema de una condescendiente adecuación de música y sociedad. Para deslumbrar al oyente con la técnica, no mostraba el carácter morboso y blando de las obras de otros románticos, tenía empaque y, también, pasión y humor. Garantizaba el contacto con lo sublime. Jugar con los opuestos era una sensación que le gustaba manifestar, así la sonata, dentro de  su repertorio era el puente entre la música hecha en casa y la música de la sala de conciertos. La sonata siguió siendo un modelo para la vanguardia al tiempo que se convertía en un modelo de la crítica conservadora. La obra de Goethe manifiesta con gran acierto las relaciones humanas con la historia, la sociedad, la religión y su análisis pone de relieve un conocimiento profundo de la individualidad humana. Su obra ha sido juzgada por muchos críticos y ha sido motivo de inspiración para otros, en especial en el mundo de la música. Fausto, obra universal, es una alegoría de la humanidad. En ella penetra hasta lo más profundo  del ser y del alma, mostrándolo a través del comportamiento de sus personajes. Fausto es el drama humano de la insatisfactoria postura frente al destino: la lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Diablo, la Ciencia y la Magia, ese mundo de opuestos que se atraen con la fuerza magnética de un imán.

Recordando la lectura de Fausto es fácil que sus páginas nos lleven sin, apenas darnos cuenta, a las páginas de la sonata nº 23 Op. 57 “Appassionata” de Beethoven. La apasionante tragedia de Margarita hace que se mezcle con la pasión desbordante que Beethoven manifiesta en su sonata. La magia de la música envuelve el personaje de Margarita más allá de los límites establecidos en el escenario de la vida. La sonata para piano en Fa menor, “Appassionata” de tres movimientos nos puede inducir a pensar en tres momentos imaginarios relacionados con ese personaje que encarna la representación sublime de lo femenino, la vergüenza, el pecado, la intuición..de tantas y tantas connotaciones condensadas en Margarita.
En el primer movimiento - allegro assai - Beethoven enlaza el tema inicial bajo una extensa ligadura de cuatro compases, inicio que  evoca a una Margarita extenuada aferrándose a esa ligadura que le marca el camino iniciático hacia un mundo desconocido. Cansada  de cargar con una culpa más impuesta socialmente que sentida como propia, se acerca sigilosamente a  lo ignorado con la incertidumbre de un niño perdido que intenta, mediante el esfuerzo, superar el frío que invade su alma. El batir de las notas y la acentuación de la armonía, aumentan la eficacia del arpegio y el forte que le siguen, esta musicalidad hace que nos aproximemos a un momento de intriga en la que parece que Margarita camina sin rumbo hacía una luz infinita. Ese marcado fortísimo ocasiona al oyente  desconcierto ante lo que se avecina que parece ser algo inminente. Los arpegios a lo largo del camino blanco salpicado de bosquecillos negros aumentan la tensión. Margarita llega a las puertas del paraíso, agotada pero con una sobrecarga de energía que se traduce en la intensidad del instrumento con unos fortísimos  muy marcados. La ira envuelve la escena cuando una voz de mezzosoprano  parece haber  poseído a Margarita intentando explicar al señor que no merece ser condenada a las llamas del infierno puesto que ha sido víctima del amor. La risa del infierno es estruendosa,  humillando sin temor la  inocencia de la Margarita terrenal. Con gran pasión traducida en palabras musicales, margarita argumenta su criterio en una declamación de ardientes sentimientos transmitidos al todopoderoso. Su vergüenza por arte de magia se ha evaporado en orgullo al manifestar sin opresión lo que Enrique, su amado, ha supuesto en su vida viviente. Puede existir pecado en la declaración más humana expresada a lo largo de los tiempos? Podemos esperar, entonces, que un sordo se emocione al escuchar una sonata?. La dulzura de su inocencia se ha transformado en una vehemente excitación  cuando expresa el engaño propuesto por ese semidiós negro y puesto de manifiesto en su amado. El tema principal reexpuesto una y otra vez en los acordes pintados por el compositor nos acercan a la elocuencia de una Margarita que ya está libre de todo juicio humano, libre de ataduras sociales, libre de su conciencia pero a la espera de un juicio justo. Otra vez el suspense musical evoca la esperada respuesta de un ser omnipotente que todo lo sabe.
Haciendo una reverencia a la  sensibilidad, el segundo movimiento – andante con moto- se presenta el tema al estilo coral,  la confesión de Margarita ante su confesor, como el mismo Goethe nos manifiesta: “Mis obras no son más que fragmentos de una gran confesión”. Este movimiento a modo de metrónomo ordenando el pulso musical acompaña a Margarita, al igual que las corcheas acompañan al ritmo, en esa oratoria dirigida al señor, oratoria pasional  que explica la crueldad con la que ha sido tratada en ese teatro del mundo, con el aplomo de unas notas transformadas en dedos convencidos de lo que quieren expresar. Margarita en compañía del señor se ha despojado de toda carga pecaminosa que la ahogaba, aunque ha seguido el postulado de su corazón, la rabia le acerca a un estado de máxima embriaguez . Las segundas menores en la “Appassionata”  desean el sufrimiento que la tonalidad impone. La tristeza, la angustia, la fatiga expositiva modelan este movimiento de ritmo lento con semicorcheas al final de la frase que nos sugiere  una introspección del personaje, un examen interior en el que la  réplica no tiene cabida. El viaje iniciático de la búsqueda del perdón partió con una gran dosis de pasión y, sin embargo, ahora todo pierde fuerza, pierde intensidad, a modo de sordina todo parece indicar que Margarita exhausta espera una sentencia. El modo menor de la sonata descarga toda la tristeza en Margarita, hay un acorde pianissimo y arpegiado de séptima disminuida habilidad pronunciada de su compositor, Beethoven. Los matices se hacen pianissimos, el compositor describe el momento musical más dramático.
La tensión armónica del tercer movimiento – allegro ma non troppo - unida a la melodía hace pensar que va a producirse un desenlace, desenlace esperado a lo largo de toda esta composición musical . La resolución temática está entrado en un momento culminante. El pedal liga todos los sonidos para que no escapen de ese esplendor musical. La mano derecha se desliza con avidez sobre la pista de patinaje blanco haciendo piruetas sobre las teclas alteradas. Un momento de remanso en las notas agudas haciendo pianisimos para procurar sigilo al oyente. La intriga de nuevo y la invocación ardiente de una respuesta firme. Margarita titubea, duda a través de las notas. El movimiento constante de semicorcheas se deshace en arpegios, parece que todo acaba pero en realidad no es más que un artificio musical acercándonos al desenlace de una absolución más que elocuente. Margarita está arrepentida. Ahora corre al lado del señor para contemplar, desde la colina más alta, con satisfacción la culminación de su sacrificio terrenal por miedo a un juicio injusto. Siente la placidez del triunfo, la paz del espíritu en un paraíso conocido a través de la fe y que ahora no le cabe duda de que existe. La sonata termina con un torrente de arpegios descendentes, con mucho pedal. La sonoridad de los últimos compases es brillante e intensa al igual que el final de la obra.
Margarita se sale del esquema social para sublevarse ante el altísimo, no está de acuerdo con la sentencia terrenal y quiere cambiarla, apela a la contradicción entre la razón y el corazón. Beethoven es un maestro a la hora de revelarse a los cánones preestablecidos socialmente, se considera libre y lo defiende en sus composiciones, al igual que Goethe, escritor universal y atemporal. La fuerza de sus obras, tal vez, tenga el origen en su carácter, en su forma de luchar, de transmitir esa parte de su mundo interior. Los dos genios son artesanos de su arte. El estilo es la marca indeleble de un artista. La pasión, la sabiduría, la fuerza creativa, el talento son otorgados al nacer. Pero el uso justo y hábil de las cualidades que sí tenemos, la eliminación de lo inútil, el énfasis de lo importante, y el mantenimiento de la constancia desde el principio al final, constituyen el trampolín necesario para conseguir cualquier objetivo a fuerza de trabajo y coraje intelectual. No hay duda de que tanto Beethoven como Goethe intentaban alcanzar lo sublime y que pensaban que su arte transcendería la experiencia cotidiana de nuestras vidas comunes.. El éxtasis que produce la música surge sobre todo de una especie de atención inconsciente al escuchar que hace que nos perdamos, momentáneamente, en la obra. Esto mismo ocurre con la fuerza de las palabras que nos hace asimilarnos, en muchas ocasiones, a los personajes leídos. Tanto la música de Beethoven como la literatura de Goethe  exigen una imperiosa atención que es proporcional al placer y satisfacción que nos producen sus manifestaciones artísticas.

3 comentarios:

  1. Invenciones, cuántas cosas ignoro de la música.
    Me ha encantado el texto, la conexión entre Literatura y Música, la sabía estrecha, pero no tanto.

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  2. Seas quien seas, de inventar, NADA, estás bien informada o informado. Saludos y gracias.

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  3. ¡¡ Qué barbaridad !! cuantas cosas ....

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