Tragedia Apasionante
Ningún
aficionado negará que la lectura de un libro le pueda sugerir una composición
musical, posiblemente, nunca se cuestione el motivo, simplemente le lleva a ese
mundo de sensaciones donde todo parece estar ligado y tener una lógica inexplicable. Eso ocurre con
frecuencia, aunque ese universo de relaciones interdisciplinares debería
acompañarnos asiduamente como la sombra a su dueño. Sería plausible la
capacidad de pararse y reflexionar sobre lo que miramos, leemos o escuchamos.
Cuando se trata de encontrar satisfacciones personales en una actuación
dirigida por nuestra conducta nos damos cuenta que ésta tarda en llegar, es un
silencio de redonda, un camino demasiado largo. Analizar, sintetizar, comparar
es un trabajo arduo, y aún más farragoso resulta expresar con un leguaje
apropiado, ya sea musical, verbal o escrito los sentimientos vividos, eso sin
caer en la cursilería propia de las manifestaciones personales ávidas de
consideración única y universal. Ahora bien, esto no es óbice para pensar que
no se pueda construir, crear, siempre con el empeño titánico del que desea con
ahínco transmitir a sus semejantes sensaciones acumuladas en la piel. Si
hacemos un análisis y comparamos la literatura y la música dentro de dos corrientes
torrenciales, el clasicismo y el romanticismo, observamos que se parecen
bastante.
Goethe, por ejemplo, se debatía entre el antiguo clasicismo y el renovado romanticismo, algo muy similar le ocurría a un músico coetáneo suyo, Beethoven. La inconcebible grandeza y estatura de sus obras nos ayuda a convencernos de su similitud. Sus vidas estuvieron marcadas por disciplina, trabajo, tansformación y adaptación a las nuevas formas que se sucedían. Son almas en constante evolución y su imparable devenir marcará su auténtica identidad. “Para no anquilosarse – aconsejaba Goethe al canciller Von Muller – hay que cambiarse, renovarse y rejuvenerse continuamente” La música de Beethoven, es una música evadida de su tutelaje social, completamente autónoma desde el punto de vista estético, ya no servil. Su obra hace añicos el esquema de una condescendiente adecuación de música y sociedad. Para deslumbrar al oyente con la técnica, no mostraba el carácter morboso y blando de las obras de otros románticos, tenía empaque y, también, pasión y humor. Garantizaba el contacto con lo sublime. Jugar con los opuestos era una sensación que le gustaba manifestar, así la sonata, dentro de su repertorio era el puente entre la música hecha en casa y la música de la sala de conciertos. La sonata siguió siendo un modelo para la vanguardia al tiempo que se convertía en un modelo de la crítica conservadora. La obra de Goethe manifiesta con gran acierto las relaciones humanas con la historia, la sociedad, la religión y su análisis pone de relieve un conocimiento profundo de la individualidad humana. Su obra ha sido juzgada por muchos críticos y ha sido motivo de inspiración para otros, en especial en el mundo de la música. Fausto, obra universal, es una alegoría de la humanidad. En ella penetra hasta lo más profundo del ser y del alma, mostrándolo a través del comportamiento de sus personajes. Fausto es el drama humano de la insatisfactoria postura frente al destino: la lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Diablo,la Ciencia y la Magia , ese mundo de opuestos
que se atraen con la fuerza magnética de un imán.
Goethe, por ejemplo, se debatía entre el antiguo clasicismo y el renovado romanticismo, algo muy similar le ocurría a un músico coetáneo suyo, Beethoven. La inconcebible grandeza y estatura de sus obras nos ayuda a convencernos de su similitud. Sus vidas estuvieron marcadas por disciplina, trabajo, tansformación y adaptación a las nuevas formas que se sucedían. Son almas en constante evolución y su imparable devenir marcará su auténtica identidad. “Para no anquilosarse – aconsejaba Goethe al canciller Von Muller – hay que cambiarse, renovarse y rejuvenerse continuamente” La música de Beethoven, es una música evadida de su tutelaje social, completamente autónoma desde el punto de vista estético, ya no servil. Su obra hace añicos el esquema de una condescendiente adecuación de música y sociedad. Para deslumbrar al oyente con la técnica, no mostraba el carácter morboso y blando de las obras de otros románticos, tenía empaque y, también, pasión y humor. Garantizaba el contacto con lo sublime. Jugar con los opuestos era una sensación que le gustaba manifestar, así la sonata, dentro de su repertorio era el puente entre la música hecha en casa y la música de la sala de conciertos. La sonata siguió siendo un modelo para la vanguardia al tiempo que se convertía en un modelo de la crítica conservadora. La obra de Goethe manifiesta con gran acierto las relaciones humanas con la historia, la sociedad, la religión y su análisis pone de relieve un conocimiento profundo de la individualidad humana. Su obra ha sido juzgada por muchos críticos y ha sido motivo de inspiración para otros, en especial en el mundo de la música. Fausto, obra universal, es una alegoría de la humanidad. En ella penetra hasta lo más profundo del ser y del alma, mostrándolo a través del comportamiento de sus personajes. Fausto es el drama humano de la insatisfactoria postura frente al destino: la lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Diablo,
Recordando
la lectura de Fausto es fácil que sus páginas nos lleven sin, apenas darnos cuenta, a las páginas de la sonata nº 23 Op. 57 “Appassionata” de Beethoven. La
apasionante tragedia de Margarita hace que se mezcle con la pasión desbordante
que Beethoven manifiesta en su sonata. La magia de la música envuelve el
personaje de Margarita más allá de los límites establecidos en el escenario de
la vida. La sonata para piano en Fa menor, “Appassionata” de tres movimientos
nos puede inducir a pensar en tres momentos imaginarios relacionados con ese
personaje que encarna la representación sublime de lo femenino, la vergüenza,
el pecado, la intuición..de tantas y tantas connotaciones condensadas en
Margarita.
En
el primer movimiento - allegro assai - Beethoven enlaza el tema inicial bajo
una extensa ligadura de cuatro compases, inicio que evoca a una Margarita extenuada aferrándose a
esa ligadura que le marca el camino iniciático hacia un mundo desconocido.
Cansada de cargar con una culpa más
impuesta socialmente que sentida como propia, se acerca sigilosamente a lo ignorado con la incertidumbre de un niño
perdido que intenta, mediante el esfuerzo, superar el frío que invade su alma.
El batir de las notas y la acentuación de la armonía, aumentan la eficacia del
arpegio y el forte que le siguen, esta musicalidad hace que nos aproximemos a
un momento de intriga en
la que parece que Margarita camina sin rumbo hacía una luz infinita. Ese
marcado fortísimo ocasiona al oyente
desconcierto ante lo que se avecina que parece ser algo inminente. Los
arpegios a lo largo del camino blanco salpicado de bosquecillos negros aumentan
la tensión. Margarita llega a las puertas del paraíso, agotada pero con una
sobrecarga de energía que se traduce en la intensidad del instrumento con unos
fortísimos muy marcados. La ira envuelve
la escena cuando una voz de mezzosoprano parece haber poseído a Margarita intentando explicar al
señor que no merece ser condenada a las llamas del infierno puesto que ha sido
víctima del amor. La risa del infierno es estruendosa, humillando sin temor la inocencia de la Margarita terrenal. Con
gran pasión traducida en palabras musicales, margarita argumenta su criterio en
una declamación de ardientes sentimientos transmitidos al todopoderoso. Su
vergüenza por arte de magia se ha evaporado en orgullo al manifestar sin
opresión lo que Enrique, su amado, ha supuesto en su vida viviente. Puede
existir pecado en la declaración más humana expresada a lo largo de los
tiempos? Podemos esperar, entonces, que un sordo se emocione al escuchar una
sonata?. La dulzura de su inocencia se ha transformado en una vehemente excitación
cuando expresa el engaño propuesto por
ese semidiós negro y puesto de manifiesto en su amado. El tema principal
reexpuesto una y otra vez en los acordes pintados por el compositor nos acercan
a la elocuencia de una Margarita que ya está libre de todo juicio humano, libre
de ataduras sociales, libre de su conciencia pero a la espera de un juicio
justo. Otra vez el suspense musical evoca la esperada respuesta de un ser
omnipotente que todo lo sabe.
Haciendo
una reverencia a la sensibilidad, el
segundo movimiento – andante con moto- se presenta el tema al estilo coral, la confesión de Margarita ante su confesor,
como el mismo Goethe nos manifiesta: “Mis obras no son más que fragmentos de
una gran confesión”. Este movimiento a modo de metrónomo ordenando el pulso
musical acompaña a Margarita, al igual que las corcheas acompañan al ritmo, en
esa oratoria dirigida al señor, oratoria pasional que explica la crueldad con la que ha sido
tratada en ese teatro del mundo, con el aplomo de unas notas transformadas en dedos
convencidos de lo que quieren expresar. Margarita en compañía del señor se ha
despojado de toda carga pecaminosa que la ahogaba, aunque ha seguido el
postulado de su corazón, la rabia le acerca a un estado de máxima embriaguez .
Las segundas menores en la “Appassionata”
desean el sufrimiento que la tonalidad impone. La tristeza, la angustia,
la fatiga expositiva modelan este movimiento de ritmo lento con semicorcheas al
final de la frase que nos sugiere una
introspección del
personaje, un examen interior en el que la réplica no tiene cabida. El viaje iniciático
de la búsqueda del perdón partió con una gran dosis de pasión y, sin embargo,
ahora todo pierde fuerza, pierde intensidad, a modo de sordina todo parece
indicar que Margarita exhausta espera una sentencia. El modo menor de la sonata
descarga toda la tristeza en Margarita, hay un acorde pianissimo y arpegiado de
séptima disminuida habilidad pronunciada de su compositor, Beethoven. Los
matices se hacen pianissimos, el compositor describe el momento musical más dramático.
La
tensión armónica del tercer movimiento – allegro ma non troppo - unida a la
melodía hace pensar que va a producirse un desenlace, desenlace esperado a lo
largo de toda esta composición musical . La resolución temática está entrado en
un momento culminante. El pedal liga todos los sonidos para que no escapen de
ese esplendor musical. La mano derecha se desliza con avidez sobre la pista de
patinaje blanco haciendo piruetas sobre las teclas alteradas. Un momento de
remanso en las notas agudas haciendo pianisimos para procurar sigilo al oyente.
La intriga de nuevo y la invocación ardiente de una respuesta firme. Margarita
titubea, duda a través de las notas. El movimiento constante de semicorcheas se
deshace en arpegios, parece que todo acaba pero en realidad no es más que un
artificio musical acercándonos al desenlace de una absolución más que
elocuente. Margarita está arrepentida. Ahora corre al lado del señor para
contemplar, desde la colina más alta, con satisfacción la culminación de su
sacrificio terrenal por miedo a un juicio injusto. Siente la placidez del
triunfo, la paz del espíritu en un paraíso conocido a través de la fe y que
ahora no le cabe duda de que existe. La sonata termina con un torrente de
arpegios descendentes, con mucho pedal. La sonoridad de los últimos compases es
brillante e intensa al igual que el final de la obra.
Margarita
se sale del esquema social para sublevarse ante el altísimo, no está de acuerdo
con la sentencia terrenal y quiere cambiarla, apela a la contradicción entre la
razón y el corazón. Beethoven es un maestro a la hora de revelarse a los
cánones preestablecidos socialmente, se considera libre y lo defiende en sus
composiciones, al igual que Goethe, escritor universal y atemporal. La fuerza
de sus obras, tal vez, tenga el origen en su carácter, en su forma de luchar,
de transmitir esa parte de su mundo interior. Los dos genios son artesanos de
su arte. El estilo es la marca indeleble de un artista. La pasión, la
sabiduría, la fuerza creativa, el talento son otorgados al nacer. Pero el
uso justo y hábil de las cualidades que sí tenemos, la eliminación de lo
inútil, el énfasis de lo importante, y el mantenimiento de la constancia desde
el principio al final, constituyen el trampolín necesario para conseguir
cualquier objetivo a fuerza de trabajo y coraje intelectual. No hay duda de que
tanto Beethoven como Goethe intentaban alcanzar lo sublime y que pensaban que
su arte transcendería la experiencia cotidiana de nuestras vidas comunes.. El
éxtasis que produce la música surge sobre todo de una especie de atención
inconsciente al escuchar que hace que nos perdamos, momentáneamente, en la
obra. Esto mismo ocurre con la fuerza de las palabras que nos hace asimilarnos,
en muchas ocasiones, a los personajes leídos. Tanto la música de Beethoven
como la literatura de Goethe exigen una
imperiosa atención que es proporcional al placer y satisfacción que nos producen
sus manifestaciones artísticas.
Invenciones, cuántas cosas ignoro de la música.
ResponderEliminarMe ha encantado el texto, la conexión entre Literatura y Música, la sabía estrecha, pero no tanto.
Seas quien seas, de inventar, NADA, estás bien informada o informado. Saludos y gracias.
ResponderEliminar¡¡ Qué barbaridad !! cuantas cosas ....
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