viernes, 24 de mayo de 2013

Cuestiones Orwellianas o el Internet Destructor

Jaron Lanier es un viejo conocido de la era digital, la cual su trabajo como programador visionario ayudó a crear. A través del concepto de “realidad virtual” (desarrollado mientras trabajaba para la compañía de videojuegos Atari), Lanier probablemente fue de los primeros en vislumbrar la revolución digital de nuestros días. Científico informático, creador de software, músico increíblemente talentoso, coleccionista ávido de instrumentos musicales (especialmente asiáticos) y prolífico escritor, el último libro de Lanier se titula Who Owns the Future? (“¿Quién posee el futuro?”), donde el autor continúa la crítica comenzada en libros comoYou’re Not a Gadget (“No eres un gadget”) al modelo de sociedad que el capitalismo y el Internet han creado –con un poco de ayuda de todos.
“En la altura de su poder”, escribe Lanier en el prefacio, “la compañía fotográfica Kodak empleó más de 140 mil personas y tenía un valor de $28 mil millones de dólares. Incluso inventaron la primera cámara digital. Pero hoy Kodak está en bancarrota y el nuevo rostro de la fotografía digital es Instagram. Cuando Instagram fue vendido a Facebook por mil millones de dólares en 2012, dieron empleo solamente a 13 personas. ¿Cómo desaparecieron todos esos empleos? ¿Y qué pasó con la riqueza que todos esos empleos de clase media crearon?”
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La coartada del Internet es que “todos” tienen oportunidad de volverse el próximo hit viral, de publicar sus libros en formato electrónico o su música. Pero ese “todos” en realidad no puede proveer lo suficiente para la mayoría de la gente, o de lo contrario nuestros 15 minutos de fama serían suficientes para vivir toda la vida, lo cual no suele ser el caso. Como dijera el guionista de comics Alan Moore, la cantidad de información producida en nuestros días está volviéndonos una sociedad de humo, cuyas creaciones se vaporizan para dar paso a lo aún-más-nuevo sin dejar ninguna huella (a menos que pensemos que Justin Bieber será tan influyente en la música, por ejemplo, como Wagner.)
En una palabra, para Lanier el Internet (con todas las ventajas que él mismo apunta y que aún seguimos descubriendo) ha destruido la capacidad de la clase media de conformar un verdadero contrapeso al 1% que controla el flujo de capitales. El potencial subversivo del Internet creó la imagen (aún viva en nuestra psique colectiva) de que todos seríamos nuestros propios jefes, que todos tendríamos asientos de primera fila en la “supercarretera de la información”, y que la era digital vería nacer una nueva utopía basada en la creatividad. La misma ideología superacionista antes promovida por Hollywood o la industria musical se trasladó intacta hasta nuestras computadoras y smartphones.
La clase creativa que vive con sus padres hasta los 30
De ese sueño queda solamente lo que muchos han llamado “la clase creativa”, una generación de fotógrafos, músicos, escritores, periodistas, diseñadores y prestadores de servicios que se disputan el próximo hit viral o la próxima lotería de las apps. Esto provocó que la clase media fuera reasimilada en las sociedades industriales en una zona gris, donde los beneficios de la economía formal que las luchas sociales del siglo XX produjeron se han desvanecido rápidamente en menos de 30 años.
Las causas de esta crisis de la clase media no provienen solamente del Internet, pero de la utopía freelance (que muchos vieron como un socialismo electrónico) despertamos después de una noche de sueños inquietos, en la economía informal, es decir, sin los beneficios sociales que podían tenerse antes con una profesión liberal. Hoy los freelanceros sueñan con bonos y prestaciones no electrónicas, pues por más apasionante que sea este modo de vida, es incompatible estructuralmente con las necesidades prácticas de la vida; o como dice Lanier, incompatible con las necesidades de personas reales, que no son sujetos ideales ni mucho menos simples avatars:
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“Los Estados Unidos se construyeron a base de trabajo esclavista. Esas personas no tenían empleos, eran sólo esclavos. La idea de un empleo es que puedes participar en una economía formal aunque no seas de la nobleza… [pero] hay algunas molestias con la economía formal, porque a veces el capitalismo puede ser muy molesto… Hicimos una especie de trato, de contrato social en el siglo XX de que, aunque los empleos fueran agradables [más agradables que el trabajo esclavista], a la gente se le pagaba por ellos. Porque de otro modo hubiéramos tenido un desempleo masivo. Así que para mí la pregunta correcta es, ¿por qué estamos abandonando ese trato que funcionaba tan bien?”
¿Avatar o Second Life?
Los beneficios de participar en la economía formal son grandes: “obtienes una distribución de la riqueza e influencia en una clase media, de modo que se concentre más en la masa de gente que en sólo unos pocos, y si no tienes eso no puedes tener realmente democracia. La democracia se ve desestabilizada si no existe una amplia distribución de la riqueza.”
“Cuando hablo con liberales y socialistas”, continúa Lanier, “todos parecen tener esta curiosa creencia de que todos somos como robots abstractos que nunca se enferman o tienen hijos o envejecen. Es como si todos fuéramos una especie de freelancer eterno que puede costear tiempo libre y autofinanciarse hasta que encuentren su momento mágico o algo así.”
Dicho en dos palabras: la utopía freelance y la clase creativa se vende a sí misma un capital basado en el prestigio, pero a coste de beneficios económicos y sociales tangibles. Y todos lo promovemos cada vez que trabajamos por menos de lo que vale nuestro trabajo, o cada vez que aceptamos trabajar “para hacer experiencia”, “para foguearnos” en el medio o “para que nuestro trabajo se conozca”. Esta descompensación y abaratamiento de capital simbólico tendrá profundas consecuencias en nuestro futuro cercano, mismas que ya comenzamos a ver.
En su libro, Lanier desarrolla ampliamente por qué las nuevas tecnologías no generan empleos por sí solas, como ocurrió con el cambio de la pintura a la fotografía o de los caballos a los motores de combustión interna a principios del siglo pasado, así como eso que para él es la única solución a este problema: “podemos sobrevivir sólo si destruimos las clases medias de músicos, periodistas y fotógrafos”, pues en última instancia “no nos damos cuenta que nuestra sociedad y nuestra democracia finalmente descansan en la estabilidad de los empleos de la clase media… Y eso es lo que estamos destruyendo y lo que yo estoy tratando de preservar. Así que podríamos ver a los músicos y artistas y periodistas como los canarios en la mina de carbón, ¿y es este el precedente que queremos que sigan nuestros médicos y abogados y enfermeras y todos los demás? Porque la tecnología llegará a todos, eventualmente.”
Twitter del autor: @javier_raya

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