El Sr. Mifflin, filósofo, bohemio, de pequeña estatura y barba rala y pelirroja, es el personaje principal del libro. Bajo mi punto de vista, muy bien construído, redondo, pícaro y a la vez, tierno.
La Srta. Hellen MacGill, narrador en primera, testigo, cuenta sus propias aventuras desde que vive con su hermano Andrews en Sabine Farm fabricando panes y cocinando hasta que emprende un viaje en el Parnaso del Prof. Mifflin para vender libros por los alrededores de nueva Inglaterra. Argumento lineal, sin fisuras, bien estructurado, con un buen planteamiento, nudo y desenlace.
El Sr. Mifflin vive para vender y explicar la historia que hay en cada ejemplar, y así, según él cree, hacer feliz a la humanidad; por eso posee una especie de librería ambulante, sobre todo para los campesinos que no tienen oportunidad de que alguien les hable de las bellas aventuras que hay en sus páginas, ni de los países lejanos o sueños inalcanzables en la vida real. Sus libros son escogidos, de buenos autores y de segunda mano para poderlos vender a precios asequibles.
Me han llamado la atención bastantes cosas de este autor, Christopher Morley, pero lo más sorprendente es cómo, a través de sus dos personajes principales, transmite el amor hacia la literatura y los libros.
También el abanico de cualidades y defectos entremezclados que cualquier persona puede poseer: Mifflin es tímido, rufián, vividor, sensible, sucio, ordenado, solitario, nostálgico, decidido, cuentacuentos, atrevido, educado, honesto, grosero, culto, pendenciero... y tantas y tantas cosas más que me ha parecido un personaje alucinante, del cual me habría enamorado si no fuese porque ya está comprometido.
No es un libro que contenga demasíadas figuras retóricas, pero haberlas haylas.
Pág. 66.- Era una noche otoñal, el cielo negro azabache y un minúsculo arco de luna nueva como una uña bien cortada. SÍMIL.
Tampoco le falta humor. Pág. 93: Mifflin le explica a Hellen que ha pegado a su hermano Andrews y que éste le va a perseguir por medios legales. Por fin le pide a Andrews que le firme su libro "Semillas de felicidad", con lo cual éste se siente halagadísimo. (Se le ha olvidado el puñetazo en la nariz)... Por no extenderme no menciono otras pinceladas de humor sutil e inteligente.
En la pág. 92 Hellen está pensando en la forma de ser tan peculiar de los dos hombres, y entre tanta seriedad, piensa, como lo más trascendental del mundo, que le advertirá a Andrews que no olvide cambiarse de repa interior para el invierno, que eche de comer a las gallinas, etc. etc.
Me encanta, por último, cómo retrata el autor el "machismo" de muchos hombres, sólo con el letrero-anuncio de la pág. 72, cuando Mifflin lo rectifica y pone:
PARNASO AMBULANTE
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Tornasol
Hola Tornasol, desde lo mares escribiendo al blog...qué vicio es este el de la Literatura.
ResponderEliminarGracias por tu análisis de "La Librería...", nos acordaremos de ti mientras acabamos de analizarlo en el Ajenjo.