martes, 28 de junio de 2011

EL HILO MUSICAL DE LA VIDA

¡Qué pena no haber podido saborear ese granizado de café! No quisiera dar lugar a soplar mi taza caliente con unos churritos. Por favor, antes, otro café con hielo. El ogro del Rey de los Alisos se marchó sin poderme despedir de él. Imposible asistir, ni leer, ni analizar autores ni personajes. Aurora, muy bello lo que nos has mandado que me permite conocer mucho de esas aventuras, al parecer, interesantes. Muchas gracias. Con tu propuesta no sé qué pasará, cómo discurriran mis horas como au pair y como paciente de fibromialgia. Quiero despedirme con música. Os mereceis todos "Las cuatro estaciones", pero es un ejercicio que debo leer esta tarde y no sé cómo habrá quedado pues ya sabeis que estas cosas requieren varios viajes de vuelta
"EL HILO MUSICAL DE LA VIDA" Para Ismael todo en la vida se traducía en música: Las hojas de los árboles cuando en marzo casi acababan de nacer, con su leve unión con el viento, hacían música. La persiana al abrirse todos los días en su alcoba para que penetrase el sol, interpretaba esa música esperanzadora de que la mañana le sería provechosa y agradable. La puerta corredera de su armario al mostrarle variedad de trajes, camisas, corbatas, le sonaba a polonesas de Chopin, asegurándole que, por suerte, tendría dónde escoger y combinar adecuadamente para no desentonar en la entrevista de trabajo.
Ismael pisaba fuerte, con zancadas seguras y acompasadas como las marchas mnilitares que tanto le atraían- Según caminaba, se oía con complacencia. tarareando en lo más recóndito de su mente, cualquier pieza que le animara y le diese fuerza para llegar a su destino. Otra marcha lo recibió en el despacho donde le hicieron la entrevista. El jefe chasqueaba con los nudillos sobre su mesa, mientras examinaba con cara de duda, el curriculo de Ismael, con la marcha Turca de Mozart como fondo. Cruzó un moscardón negro por la nariz del muchacho. Esperó la respuesta en la sala y, antes de darle el NO definitivo, comenzaron a oirse los compases de la Marcha Fúnebre, para terminar con el estruendo final.
Bajando las escaleras pensó que iba a enloquecer y pidió a su reloj que no marcara las horas, necesitaba tiempo para estudiar, para labrarse un porvenir... pero se repuso. Era joven, la primavera renacía con el rubor en las mejillas de las muchachas, y un músico callejero interpretaba con la flauta la Marcha Nupcial de Mendelson. Había quedado con su novia en la parada del autobús. La chica, por lo regular optimista, lo animaba con sus cálidas palabras y mimos. Al parpadear y entornar los ojos para darle un beso, el murmullo de sus espesas pestañas cerrándose, fue para su ánimo una melodía de ángeles.
Discurrían las estaciones: unas, con la música de los truenos y granizadas contra el cristal; otras, con el canto de los canarios en sus jaulas; el roce de alas de cigarra en las espigadas arizónicas, cual ruido de carraca; la danza circular de las hojas secas y retorcidas enredadas por el viento. Luego un sutil escalofrío, un tiritar de dientes, un paseo por el bulevar aprovechando el único rayo de sol, y un hueco y lento repiqueteo del bastón de Ismael, casi al final del trayecto. Ya en casa, unas diapositivas antiguas, recordándole el llanto de la despedida al entrar al parvulario y el sonido de la seda de un pañuelo malva de mamá, moviéndose en el aire para decirle adios.
Un chirrido angustioso de los muelles de su cama acompañándole en la enfermedad. Pero él quiso seguir respirando música. Eligió la Novena de Beethoven para los últimos momentos. Siempre fue su deseo.
CLUB DE ESCRITORES.- Tornasol

2 comentarios:

  1. Hola Tornasol! Qué tal para la semana que viene un café en el Ramón y Cajal? Olvida la fibromialgia por un rato conmigo. Me gusta tu texto, gana fuerza cuando te sueltas la melena. Beso.
    criticaslocas

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  2. Por cierto, éxito total de tu texto, has recibido en la tarde más de 18 entradas, así al tuntún. Beso.Críticas locas.

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