Un atardecer con encanto. Sólo las gaviotas y alguna paloma disfrutan de la arena blanca. No hay huellas de pasos desnudos, ni círculos de alguna pelota playera como en días de bochorno. Los pájaros vuelan mientras otean las olas que esperan acoger a los veraneantes. Por eso llevan esa danza repetitiva, monótona, invitando a gente expectante ubicada en las terrazas de primera linea. ¿Anochecerá mañana otro día igual? ¿Por qué los turistas que vienen otros años todavía no han llegado? ¿Es una primavera fría? ¿Hay peligrosas tormentas a la vista o se esperan plagas de insectos?
Una joven que camina por el paseo no se ha resistido a la tentación de hacerse una fotografía descalza como recuerdo de supuesta paz. Recogerá enseguida la cámara y se marchará.
Fuera de ese sueño está el coronavirus, implacable, contagioso, guerrero, sin piedad...
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Tornasol.
Club de Escritores.
Junio.2020
Microrrelato estupendo compañera, qué pesadilla de mayo dejamos atrás.
ResponderEliminarUn abrazo