MES FLORIDO.-
Mayo llega a la quincena. Madrid al fin, nos ha obsequiado con el sol y sus mañanas de paseo en los parques. Da gusto ver a los chiquillos de pasitos todavía vacilantes, corriendo detrás de las palomas. Con su ingenuidad, se creen que las van a coger y ellas, después de picotear las migas que habían tirado las mamás de los peques, vuelan contentas escondiendo en sus picos una sonrisa de simpatía dedicada a sus tiernos amigos.
La abuela encanecida, en el banco de madera, se queda por unos instantes instalada en el recuerdo de sus veinte primaveras y, como por arte de magia, oye las notas alegres de aquel organillo del barrio, desgranando el chotis de su Madrid. Por San Isidro conoció a su chulapo que, hace algún año, la espera en la eternidad. "¡qué tiempos aquéllos!" piensa, mirando con complacencia a los corredores atléticos que pasan casi rozándola. No obstante, sonríe al sol de mayo que abriga sus débiles huesos, porque sabe que en casa la espera su familia, con el sabor y olor de su plato preferido de estas fechas: el insuperable cocido madrileño.
Cupido, como en sus años mozos, sigue disparando sus flechas en sus descendientes: dos hijos, dos nueras que se aman más que nunca porque, ya se sabe; la primavera la sangre altera y, a ella, a pesar de su edad, también le dan sofocos de satisfacción.
Cupido, como en sus años mozos, sigue disparando sus flechas en sus descendientes: dos hijos, dos nueras que se aman más que nunca porque, ya se sabe; la primavera la sangre altera y, a ella, a pesar de su edad, también le dan sofocos de satisfacción.
Tornasol
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