Para leer con...
"Capricho árabe" - Francisco Tárrega
Desde su falda y volando como una
pluma se dejaba caer en uno de los cojines de raso de la cama que crujía
suavemente. Atravesaba la colcha y dando un gran salto se posaba en la coqueta.
Entonces se arqueaba. Se estiraba. Se encogía. Parecía danzar. Danzar entre
cajitas de porcelana, cuencos de cristal y peinecillos de carey, enroscándose
como una gasa en el pequeño jarrón de china, roto muchas veces y siempre
recompuesto, que tía Lucia conservó toda su vida. De ahí saltaba a la puerta
quedándose por un momento muy quieto, mirándola, pareciendo esperar algo.
Pero nada ocurría y el gato de
ojos azules marchaba pasillo adelante dejando a tía Lucía sola, en su cuarto.
Recuerdo que entonces se acercaba a la puerta para cerrarla muy despacio y que
siempre, siempre, tardaba mucho en salir…
Me encanta lo retozona que era esa gata con sus roces de rasos, cristal, porcelanas y hasta con un jarrón chino. Quien se hubiera perdido, y menos una niña, esa carita de expectación y esos ojos color mar agitado.. Peter, me gusta que lo hayas incluído en el blog.
ResponderEliminar¡¡ Gracias Tornasol !!
ResponderEliminar¡Vaya entrada Peter!
ResponderEliminarMe ha hecho sonreir...
Pues ya me alegra ... Un abrazo grande y ¡¡ gracias !!
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