ESPEJISMO.- La echaba tanto de menos ahora, frente al espejo nácar del cuarto de baño. Entonces, cuando iba al despacho con prisas a las ocho menos cuarto, tan desastrado como de costumbre, sin su camisa dispuesta, sin su pantalón de ejecutivo, con la espuma de afeitar obstruida. Meses antes, el rostro de Merche junto al de él en el espejo, mirando sus mejillas recién afeitadas, sus cabellos morenos con esa prestancia especial de la gomina, examinando el paño del traje sobrio, con el afán diario de retirar algún pelo invisible de la espalda... en todo momento permanecía a su lado atendiéndole, incluso ahora, a tres meses de su muerte, la distinguía allí, insignificante, entre el vapor de la bañera, aunque ya no le tenía la camisa recién planchada, ni le quitaba cabellos esparcidos por la chaqueta. Adivinaba su sombra menuda, pero no la podía tocar, se desvanecía.
Adolfo, después de los tres meses de la desaparición de su esposa, todavía se preguntaba si la quería de veras, o si sólo se había unido a ella por la influencia y el poder de su suegro, o por rodearse de gente importante. Merche sí lo amaba. Se lo demostraba a cada segundo. Con los cinco embarazos su figura se estropeó y la dedicación para con los hijos y el marido la habían aislado del mundo exterior, apartándola por completo de amistades y distracciones.
-Gracias, querida Merche. En este instante me doy cuenta de mi egoismo y falta de delicadeza. Creo que nunca te dije "Te Quiero" Te lo digo ahora, cariño.
Ella, tan necesitada de aquel amor, le sonrió ampliamente tras el vaho del espejo nácar.
---------------
Tornasol
No hay comentarios:
Publicar un comentario