Tres son los personajes principales del mundo creado por Strout, Olive Kitteridge, su esposo Henry, y por último su único hijo Christopher. Lo cierto es que a lo largo de los trece relatos que componen la obra, los personajes son numerosísimos, y ahí es donde surge la maestría de la escritora, le basta apenas un relato para desgranar todo un microcosmos dentro de otro microcosmos de cada personaje nuevo que nos va presentando.
OLIVE KITTERIDGE
Olive no sólo es el personaje principal de este mosaico preciosista de relatos. Se convierte en auténtico y sólido motivo estructurador de la obra ya que, bien mencionado de paso, bien actuando como personaje secundario o como una vecina que desfila dentro del microcosmos del personaje que en ese momento se esté narrando, ella aparece en los treces relatos. Así tenemos, de un lado, a Olive como protagonista con su voz propia. Y es curioso, una Olive que oculta muchas cosas. Y de otro lado, el mundo de otros personajes del pueblo que actúan como un espejo para nosotros los lectores, descubrimos muchas cosas de Olive a través de ellos y sus circunstancias, a pesar de que ella no hable.
Olive ha sido la profesora de matemáticas del pueblo de Crosby (Nueva Inglaterra) hasta su jubilación. Por lo tanto es muy conocida en los alrededores pos generaciones enteras. Algunos alumnos le temían, otros no han seguido en absoluto sus consejos, pero creo que no es descabellado decir por el tono que sugiere la obra, que siempre ha sido muy respetada.
Olive es grandona, muy alta y gruesa. Siempre se ha visto como alguien torpe, aunque prueba de la profundidad que la escritora ha tejido para su personaje, no siempre fue así, con esas manos y muñecas tan grandes y anchas como las de un hombre. De joven fue guapa, esbelta, por eso, esta nueva circunstancia, tanto volumen es algo a lo que aún debe acostumbrarse (Relato “Una pequeña Alegría”).
Olive ha sufrido ya un infarto y teme, aunque no lo reconozca, uno nuevo. En realidad siente que le ha sucedido esto por ser un corazón que sufre mucho, “es el alma que se está consumiendo”. Sin embargo, Olive parece de todo menos débil y endeble. Ella aparenta ser una persona decidida, en extremo valiente, con arrojo. Parece ser honesta hasta la brusquedad, más si cabe con su marido. Es irónica, de fuerte carácter. Un especie de mujer-isla, independiente y segura de si misma.
Conforme avanzamos en lectura vamos asimilando las luces y las sombras de este personaje. Olive es enérgica y esa característica la ha hecho levantarse de la adversidad más de una vez, pero también esa misma fuerza a veces la hace ser obstinada, testaruda y algo grosera e insensible con respecto a los demás. Y es precisamente este reflejo tan amplio de una ser humano lo que hace que Strout hay conseguido una narración tan bella e impresionante.
Olive padece el suicidio de su padre y es algo que la sumerge en el dolor mucho tiempo. Pero un dolor silente que nadie parece adivinar a su alrededor. Por eso cuando su único hijo le confiesa que tienes pensamientos algo raros, ella lo lleva enseguida al médico, sufre en profundidad de nuevo ese temor, trata de ayudar a Christopher de forma inmediata. Ella adora a su hijo, él siempre le inspira dos sentimientos básicos, protección y ternura. Aunque con tristeza descubramos en el relato “Seguridad”, que la relación de ambos está llena de silencios y muros que parecen infranqueables. Es ese autoritarismo, ese desprecio y forma de hablar y de ser brusca con los demás (en concreto a Henry) y creerse superior, lo que su hijo jamás le perdonará. Llegando a decirle que “puedes hacer que la gente se sienta fatal”. De hecho la relación parece romperse de forma definitiva en cuanto éste se niega a ceder en la discusión y finalmente ella regresa a casa.
Tal vez por eso no resulta difícil imaginarnos a esta nueva Olive, odiosa e intransigente, pero sin duda no lo es menos que nosotros mismos en muchas ocasiones, y ése es el valioso detalle que nos deja Strout, añadiendo además el plus de transmitirlo con un estilo sencillo y con un simpleza pasmosa.
Olive es un ejemplo de fortaleza para unos, una persona cómplice que ayuda siempre para otros vecinos, ejemplo de profesionalidad para sus alumnos, y sin embargo de soledad e intolerancia para su núcleo familiar.
Olive lleva casada décadas con Henry, y sabe que jamás le abandonará. Su fidelidad es inquebrantable, y los años no han hecho sino acentuar su mutua dependencia como antídoto a esa soledad y una fraternidad-hermandad ya irrompible. Ellos ya no se aman, pero se quieren, se tienen. El enamoramiento de otras personas es un secreto a voces que ambos sufren y del cual nunca hablarán. Olive se agarra a la vida como mejor puede tras el infarto cerebral que sumerge a Henry en la incomunicación. Encuentra puntos en común con Jack, tan ajeno a su vida en otro momento, y tan distinto a ella. Strout nos ha ido desgranando a Olive, relato tras relato, despacio, enfatizando los matices y las contradicciones. Como una viajera de la vida, como nosotros mismos, ignorando lo que nosotros ignoramos y llorando por las mismas cosas que nosotros podemos llorar. Y por eso nos resulta tan difícil juzgar o posicionarnos ante Olive y ser severos. Y por eso la entendemos cuando los últimos pensamientos que asoman en el libro de ella son “Tenía los ojos cerrados y sintió que su cuerpo cansado era invadido por oleadas de gratitud…y arrepentimiento. Se imaginó la soleada habitación, la pared bañada del sol, el arrayán junto a la ventana. El mundo la desconcertaba. Aún no quería abandonarlo.”
Creo que la profundidad psicológica y emocional de este personaje es de los más profundos que yo haya tenido oportunidad de leer. Un ejemplo para todo el que quiera escribir.
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