El Paseo de Recoletos ya estaba repleto de curiosos a pesar de que apenas eran las once cuando llegamos. El brillante sol de otoño nos calentó los ánimos y también nos sugirió un café en el Gijón, últimas terrazas, pequeñas flores como muro, conversaciones en clave. Le dedicamos a cada caseta su tiempo, pilas de libros por temas, pilas de Cordonices y extras periodísticos ya casi incunables. Sorpresa maravillosa: casetas de muchas ciudades distintas, casetas que guardaban con mimo su pequeño rincón para el cómic y la ciencia ficción.
Rapté un Kavafis del 76, editorial Hiperión, obras completas, Poesía sublime, me traje también a casa la primera obra de Ovidio, Artes Amatorias, tan joven, tan insultantemente hermoso, y algo de teatro, El tranvía que siempre se llama deseo por muchos años que pasen, los dedos pegados a las páginas ya ámbar, algo ajadas, seda del tiempo.
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