jueves, 26 de diciembre de 2019

Beckett




Recordando a Beckett, pero esperando a Godot

Se cumplen treinta años de la muerte del dramaturgo, Nobel de Literatura en 1969, y su gran obra todavía sigue vigente y viva, llenando teatros y ofreciéndonos un reflejo irónico del sinsentido de la vida humana.

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En Foxrock, un barrio residencial al sur de Dublín, no había ningún teatro, pero sí pasaba el circo, con todo su encanto decadente y esos personajes como sacados de un chiste perpetuo. Al menos así era en 1906, cuando nació Samuel Beckett, y los años siguientes: el tiempo suficiente para que los payasos le entraran por la retina y se instalaran en su mollera, que entonces aún no estaba coronada por ese pelo plata que tanto gustaba a los fotógrafos...
Beckett siguió yendo al circo cuando estudiaba filología moderna en el refinado Trinity College de Dublín, y nunca dejó de declarar, ni convertido ya en uno de los grandes nombres de la literatura occidental, su admiración por aquel mundo, así como por el del music hall, el vodevil y el cine mudo. Tenía todo eso rondándole la cabeza, en equilibrio de malabarista, el 9 octubre de 1948. Ese día comenzó a escribir febrilmente en un cuaderno escolar una obra de teatro que marcaría la historia del género y, por qué no, de la literatura. La última página la fechó el 29 de enero de 1949. Había nacido «Esperando a Godot».

Aquella era una pieza extraña, que pronto se clasificó como teatro del absurdo, tal vez por la perplejidad inicial de la crítica y el público, pero que el tiempo ha terminado por colocar en el parnaso de las tablas, si es que tal cosa existe. El argumento es bien sencillo: hay un árbol, y dos personajes de nombres peculiares, Vladimir y Estragon, que esperan a un tal Godot, que no llega. También se cuelan en escena el cruel Pozzo, su esclavo Lucky y un muchacho que dice que Godot no podrá acudir a la cita ese día, pero sí al siguiente. Con tan pocos elementos, pero con sobredosis de genio e ingenio, Beckett retrata la condición humana, esa gran tragedia de estar buscando siempre un sentido que nunca aparece, o que se escurre. Es la espera. La esperanza.

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