«Demasiado silencio es igual que una bomba». Este verso de Gloria Fuertes describe, quizás sin pretenderlo, al menos cuando fue escrito, la situación vivida por muchas mujeres, demasiadas, en España a lo largo y ancho de buena parte del siglo XX. Los peores, claro, fueron los años de la Guerra Civil y, sobre todo, las cuatro largas décadas que duró la dictadura franquista. Según la ideología del régimen, en este caso marcada por la Sección Femenina, la mujer debía ser un perfecto ángel del hogar, sumisa y entregada a su familia, donde prevalecían, por encima de todo, los valores tradicionales. Aquellos condicionantes, asfixiantes, pretendían alejar a las mujeres de la esfera pública y, por tanto, de la cultura. Pero muchas se resistieron. Y hasta hubo algunas que lo lograron.
Este fue el caso de tres poetas: la ya mencionada Gloria Fuertes, Adelaida Las Santas y María Dolores de Pablos. Hartas de ser relegadas a un segundo plano en los pocos recitales poéticos a los que eran invitadas, se rebelaron contra el ostracismo y decidieron crear su propia tertulia, integrada, únicamente, por mujeres: «Versos con Faldas». Por aquellas reuniones, que se celebraron en distintos escenarios de Madrid entre 1951 y 1953, pasaron todas las poetas que, en aquellos años, tenían algo que escribir, y que decir.
Tres décadas después del final de tan maravillosa aventura, Las Santas, preocupada por que aquel legado no se perdiese, publicó una antología de poemas integrada por cuarenta y siete de las autoras que participaron en «Versos con Faldas». Pero aquella edición aportaba muy pocos datos biográficos de las poetas. Había transcurrido demasiado tiempo y, aunque algunas habían seguido desarrollando su carrera literaria, incluso con éxito (la propia Gloria Fuertes, Carmen Conde o Ángela Figuera Aymerich), otras muchas eran completamente desconocidas y, de hecho, su única publicación era la recogida en ese libro.
En ella, fruto de una investigación de tres años, Porpetta y Garcerá reconstruyen la vida de las cuarenta y siete autoras, aportando información, hasta ahora, inédita. En una suerte de «arqueología poética», y partiendo del hilo, siempre resistente, del legado de Gloria Fuertes, rastrearon en los archivos de Carmen Conde, María Dolores de Pablos, Marisa Chicote y Gloria Calvo, se zambulleron en las hemerotecas de ABC y la Biblioteca Nacional de España y consultaron el padrón y todas las actas de nacimiento y bautismo y las esquelas que pudieron encontrar.
El resultado es una joya literaria que recupera nuestra memoria poética más reciente y vuelve a dar voz a toda una serie de autoras que, en plena dictadura franquista, se negaron a permanecer calladas: Carmen Barberá, Elvira González Sierra, Eva Cervantes, Stella Corvalán, Carolina D’Antin, Sagrario Torres, María Luisa Chicote, Eduarda Moro, María Paz Viloria, Mercedes Chamorro, Pilar de Cuadra, Clemencia Laborda, Lucrecia San Antonio, Aurora Rodríguez Alonso, María Cristina Montes, María de los Reyes, María Antonia de Ibarra, Rosario Moncada y un largo etcétera, hasta llegar a cuarenta y siete, que, según Gloria Fuertes, «serán leídas con devoción y amor por el lector».
Hito irrepetible
Además de ponerles nombre y cara (sólo nueve autoras aparecen sin fotografía) a muchas de ellas por primera vez, el libro incluye los poemas de la edición de 1983 y abundante material gráfico y documental inédito, como los discursos pronunciados por Gloria Fuertes en las tertulias, los programas de mano de las mismas –pagados por Adelaida Las Santas– y dedicatorias entre las autoras en obras posteriores. Gracias a Porpetta y Garcerá sabemos, además, que la tertulia tuvo que cambiar de sitio varias veces, una de ellas debido al boicot que pretendían llevar a cabo algunos hombres.
La gota que colmó el vaso de la paciencia de las autoras fue que los socios de la Asociación Artístico-Literaria del Teatro Gallego, donde venía celebrándose «Versos con Faldas» desde aquella primera sesión del 5 de marzo de 1951, en el número 5 de la Carrera de San Jerónimo, instalaron un futbolín en el salón en el que ellas se reunían, montando una gran algarabía cada vez que una poeta empezaba a recitar. Se trasladaron a la Asociación de Escritores y Artistas, donde la tertulia dejó de ser gratis (la entrada costaba una peseta, salvo para niños y militares). A finales de 1952, la Dirección General de Seguridad prohibió los recitales y las tertulias en cafés, por lo que tuvieron que buscar una nueva sede. Aquello fue el principio del fin de «Versos con Faldas», que a lo largo de 1953 y hasta su extinción como tertulia independiente se celebró en el Centro Asturiano y otros locales cerrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario